viernes, 21 de julio de 2017

Carta abierta a Susana Díaz sobre militarización de Andalucía y Cultura de Paz.


      Me dispongo a escribirle una breve y sencilla carta a Vd. como presidenta de la Junta de Andalucía, aunque no tengo esperanza ni de que la lea ni, mucho menos, de que preste alguna atención sincera a lo que voy a decirle y pedirle para el caso de que sí la lea. Probablemente, tampoco los llamados medios de comunicación publiquen esta carta antisistema.

      En fin, el objeto de esta misiva es expresarle la gravedad de la situación que padecemos los andaluces y andaluzas en materia de militarización -¿recuerda Cádiz 1947, Palomares 1966 o Tireless 2000?-, así como exponerle la urgente necesidad de que dinamice Vd. desde nuestra comunidad autónoma, cosa que no ha hecho hasta ahora, una política de paz y cooperación internacional más proactiva y mucho mejor dotada económicamente.

      Naturalmente, ya no me sorprende mucho verla en los telediarios de Canal Sur junto a los grandes aviones de guerra que se fabrican en la planta de San Pablo, los A400M. Ni tampoco me sorprendió ver a su compañero Manuel Chaves, hace pocos años, predicando la inocencia y necesidad de tener en Rota el escudo antimisiles norteamericano. Ni fomentando usted la industria de drones militares en Andalucía a través de acuerdos con el INTA en Huelva. No me sorprende ya verla promover ferias internacionales de armamento en el palacio de ferias y exposiciones de Sevilla, cada dos años, a través de su agencia EXTENDA. Claramente, usted va en la línea de favorecer las industrias militares en Andalucía y dar carta blanca a las bases de Rota, Morón y Gibraltar, importándole la contaminación radiactiva de Palomares bastante poco o nada.

      Su historial en favor de las guerras es no ya amplio, sino sobrecogedor. En esto no parece andaluza, no se parece en nada a nuestro carácter histórico de diálogo, esperanza, alegría, apertura al mundo y solidaridad. Usted se ha dejado subyugar, sujetando de paso al pueblo andaluz a riesgos muy graves, por el militarismo más bronco, agresivo y despilfarrador que se haya visto en esta tierra desde hace siglos. Creo que el mensaje principal del himno de Andalucía, ese de que tras siglos de guerra venimos a ser tierra de paz (el color blanco de nuestra bandera) y de esperanza (el color verde), le da completamente igual, creo que no lo comprende, e intuyo que le parece poesía barata.


      Tengo que recordarle, también de modo sucinto, lo que dice el Estatuto de Andalucía, al hablar de objetivos básicos de esta comunidad autónoma, sobre Paz y Cooperación en el artículo 10.3: “El fomento de la cultura de la paz y el diálogo entre los pueblos” y “La cooperación internacional con el objetivo de contribuir al desarrollo solidario de los pueblos”. Pero usted tampoco es que preste demasiado caso a estas palabras del Estatuto de Andalucía.

      Por otra parte, llama mucho la atención cómo ha convertido la educación para la paz más en una mera técnica de apaciguamiento de los brotes de violencia que a veces se dan en los centros educativos andaluces por motivos diversos, que en una verdadera opción ética y cultural que enseñe a los jóvenes a construir un mundo realmente más justo y solidario, un mundo donde no quepan bases nucleares como las que usted protege y horribles fábricas de armamento en territorio de Andalucía como las que usted defiende con tanta vehemencia. Es obvio que su concepto de la “educación para la paz” no es que sea inútil o incoherente, sino que es un verdadero peligro para Andalucía.

      Esta carta, ya ve su tono y contenidos, no puede más que reflejar de fondo mi profundo desasosiego por sus medidas políticas tan descaradamente belicistas. Aunque, es cierto, siendo yo una persona que propone el diálogo y la noviolencia, no debería quizás haberla descalificado desde el principio del escrito y no debería sino cuidar más mis palabras para evitar una reacción negativa por su parte y recrecerse en su ya ampliamente demostrado historial militarista. Confieso que a finales de julio el calor me puede.

      Debo terminar ya, porque le prometí al principio brevedad y sencillez. Y me gustaría hacerlo, en primer lugar, con un texto de Blas Infante que usted misma utilizó públicamente para darle la bienvenida al año 2017: "Cuando todos los andaluces conozcan su verdadera historia y esencia, será cuando logremos llegar a obtener el poder necesario para exigir el respeto a nuestra personalidad, tan diferente de aquella que tratan de imponernos"… aunque usted hace muy poco o nada para que los criterios de la OTAN no se nos impongan con tanta violencia. Y en segundo lugar con un texto de María Zambrano con el que saludó el año nuevo de 2016: "La paz es mucho más que una toma de postura: es una auténtica revolución, un modo de vivir, un modo de habitar el planeta, un modo de ser persona". Sí, ojalá, aunque lo dudo mucho, tenga en cuenta de algún modo estas dos bellas frases que, al parecer, curiosamente, le llaman la atención.

      Muy pronto, el 6 y 9 de agosto, tendrán lugar los actos que rememoran el infinito dolor que los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki causaron sobre las personas que allí vivían y, sin duda, sobre el resto de la humanidad, ya que aquellos bombardeos sobre civiles inocentes constituyen un acto genocida contra toda la humanidad y un temible aviso de lo que pueden llegar a generar las políticas bélicas que usted promueve, financia y justifica. Entonces, quizás usted lance algún mensaje esperanzador que permita entrever a los andaluces y andaluzas que de algún modo -aunque no sé en este momento de qué modo- está en contra de las guerras.

Atentamente,

Cristóbal Orellana